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16.7.10

EL OBRERO ES UN LOBO PA´L OBRERO (LA ENTRADA DEL 1 DE MAYO)

Homo homini lupus
(Hobbes)
Luchamos entre nosotros / mientras ellos se ríen / unámonos contra ellos / porque sólo son muerte
(El gran Evaristo)


“Homo homini lupus”, el hombre es un lobo para el hombre, Thomas Hobbes, siglo XVII. Pues bien, cuatro siglos después, habida cuenta de que siempre que se cambia se hace para peor, tras darle vueltas y más vueltas a tan definitoria sentencia podemos proclamar que le hemos dado la definitiva vuelta de tuerca, pudiendo, en la línea de lo pensado por el filósofo, afirmar lo siguiente: que no sólo el hombre sigue siendo un lobo para el hombre, que así es (¿qué son sino los ricos para los pobres? ¿Qué los países ricos para los países pobres?) sino que, en el colmo del despropósito, en la actual sociedad post-industrial, el obrero es un lobo pa´l obrero. Lo peor. Un ser, en ocasiones, bastante más despreciable para los de su especie que todos los opresores y esbirros del sistema juntos: banqueros, policías, ejércitos al servicio del capital, patronos, empleadores diversos, encargados, jefes de negociado, de personal, liberados sindicales (de currar, liberados de currar, claro está), sindicalistas de base, sindicalistas de “vaso” y demás sindicalistos varios: y es que, en cualquier circunstancia y lugar, así lo delata el comportamiento fuera de su puesto laboral de muchos de los actuales obreros, los cuales, una vez lejos de sus labores, tienden a hacer pagar sus frustraciones no a los a todas luces responsables de las mismas, sino a sus semejantes. A otros obreros… tan desgraciados como ellos –seguramente- y tan quemados; a otros que, cuando abandonen sus puestos de trabajo, estresados por los de su clase –además de por sus explotadores habituales-, se verán abocados a alimentar la cadena nuevamente. Y más salvajemente. A hacer de lobos más fieros todavía si cabe con nuevos obreretes. Y así hasta el infinito. Así las cosas, a la vista de lo dicho, ¿se puede hablar actualmente de la existencia de una clase obrera como tal? ¿Cabe pensar que, a día de hoy, sigue existiendo el otrora denominado “Movimiento Obrero? No, rotundamente.




Y es que, en los tiempos que corren, estamos hartos de ver no ya una falta de solidaridad entre currelas o una ausencia de sentimiento de clase casi total (cosa del meremagnum de precariedad laboral & desorbitadas hipotecas, consumismo e individualismo en que vivimos) sino, sorprendentemente, obreros y más obreros que cuando salen de trabajar parecen dedicarse a machacar por sistema a otros como ellos… y de las más variadas formas; exigiendo, por ejemplo, lo que ellos en sus puestos no son capaces de dar, como puntualidad, atención a la faena o respeto al prójimo –por ejemplo-. Puntualidad, atención y respeto, buen servicio en general, a empleados de todo tipo de gremios… como si, más que trabajando, estuviesen a su servicio; la lista sería inmensa, se admiten sugerencias: tenderos, camareros, chóferes de autobuses urbanos, de taxis, telefonistas de ambulatorio, recepcionistas de cualquier índole (porteros de puticlubs y discotecas incluidos), profesores, cajeras del supermercado, empleados de gasolinera, taquilleros… proyectando en ellos su incompetencia y falta de seguridad. Su impotencia ante la vida en un intento de reafirmarse frente al mundo. Haciéndolos paganos de sus males, usándolos como si de contenedores de sus mierdas se tratasen. Así las cosas, un día y otro comprobamos no sin cierto pesimismo lo siguiente, cómo las víctimas de jefes déspotas, en vez de rebelarse contra dichos jefes, se autoengañan tratando despóticamente a los demás: cómo víctimas de soterradas y cada vez más sutiles prácticas de mobbing parecen disfrutar acosando fuera de sus centros de trabajo. Reproduciendo el problema. Haciendo que el mismo se reproduzca una y otra vez… al igual que en el extinto servicio militar las novatadas: obrando como los niños víctimas del bullying, esos que tratan de sacudírselo haciéndoselo en casa a sus hermanitos pequeños, en vez de sacudiéndole al macarra de la clase. ¿La diferencia? Que unos son niños y los otros, éstos, desquiciados y desquiciantes obreros del siglo XXI, mayores.





Los obreros objeto del presente artículo, además, siempre saben de todo, y principalmente de dos cosas: de lo que no saben y de lo de los demás: de lo de gentes cuyo presunto status, trabajo o posición en el mercado laboral, a tenor de su comportamiento, envidian con denostada saña, no dudando en muchos casos en obrar así: recomendando/pidiendo/ordenando continuamente al DJ del pub qué canciones tiene que pinchar, al camarero cómo ha de servirle el cubata o al técnico de sonido, en el marco de una actuación en vivo…¡incluso cómo ha de sonorizar al grupo! Y es que qué pocas cosas hay peor que un obrero amargado, frustrado y, por ello, sabelotodo, estados anímicos que, a falta de valor para enfrentarse o, como mal menor, para ingerirlos, les llevan a atacar constantemente a los compañeros de clase social que en cada momento más cerca de sí tengan: en sus delirios de grandeza, como ya hemos dejado caer, a su disposición, más que sólo trabajando. ¿Por qué? Porque en su ocio, además, los que pagan son ellos.




En presencia de esta subespecie, si trabajas de cara al público, no pares un momento para picar algo (“cómo te estás poniendo”, he aquí lo más simpático que por sistema te dirán), no detengas el autobús urbano dos minutos para ir al servicio; no comentes las vacaciones que tienes o vas a tener (“¡qué bien vives!”, he aquí cual será el comentario general), o, lo más importante, no digas nada que deje la ignorancia del potencial público en evidencia, que te odiarán a muerte desde entonces: el que paga, además de lo dicho, sabe más, que perfectamente podría ser su lema. Bueno, y esto, todo lo dicho hasta aquí, sin hablar del entrenador de fútbol, seleccionador autonómico o nacional o preparador deportivo de la disciplina que se quiera; del médico, del programador de conciertos, del presentador de eventos, del farmaceútico, del cocinillas o del crítico taurino, musical o gastronómico que todos llevan dentro. Ah, o del encargado de obra, encarnados estos últimos en los restos todavía con vida de tantos y tantos jubilados. De ese grupo social al que incluso tienen que hacerles agujeros en las vallas para que puedan seguir las evoluciones de los edificios en construcción… ¡sin que tengan que verse abocados a forzar las mismas! ¿Para qué creéis, si no, que son los dichosos agujeros, para ventilar los encofrados?





Llegados a este punto, esto, ¿por qué es así? Por varias razones: porque nadie, prácticamente ninguno de estos obreros acosadores de obreros hace o ha hecho en su vida lo que le gustaría haber hecho; porque, por ello, no les gustan ni nunca les han gustado sus vidas, sus miserables vidas en tantos casos (¿tan importante es la esclavitud –mal llamada seguridad-, esa esclavitud derivada del sueldo fijo como para arrojar así, a cambio, la vida por la borda?), siendo casi siempre estos los motivos por los que ahora, resentidos, en vez de luchar contra el mundo y sus opresores y esbirros (banqueros, policías, ejércitos al servicio del capital, patronos, empleadores diversos, encargados, jefes de negociado, de personal, liberados sindicales (de currar, liberados de currar, claro está), sindicalistas de base, sindicalistas de “vaso” y sindicalistos varios) tratan de redimirse oprimiendo a los demás. Haciendo de lobos contra quienes, en su ignorancia, creen que están por debajo... ¡cuando son como ellos! Aghhh!! Señor, señor.



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