Más allá de la represión política (única que preocupa a los partidos nacionalistas, ya integrantes o no de NaBai), fruto de la represión religiosa, educativa, moral, mental y sexual en la que durante 356 días al año vive la ciudad, durante los 9 días con sus correspondientes noches restantes (sea o no el año bisiesto), sus castos habitantes se desfogan y desmadran como sólo ellos y ellas saben. Sus habitantes de ambos sexos, para desesperación y susto –en un primer momento- de los durante el resto del año castos y castas pamploneses y pamplonesas (que el día 6, hasta el tercer katxi de lo que sea, parecen no saber qué hacer ante la evacuación de lívido que se les viene encima), para sorpresa de la población foránea recién llegada, que tiende a pensar que Pamplona es Jauja y todo el monte, Orégano, y, principalmente, en lo referido a la posibilidad de dar una alegría a los países bajos –de nuestra anatomía, no confundir con HOLANDA-, para los durante las fiestas denominados castas (la habitualmente reprimida población masculina local), para alegría, frote de manos –y de lo que surja- y regocijo de las esta semana más que valoradas profesionales de un sector realmente emergente: el de las señoritas de compañía. Y es que, en materia de desinhibición sexual, vaya que si en honor del tal San Fermín (qué pieza tuvo que ser, ahí es nada, nueve días con sus noches de celebraciones en su nombre en los que todo está permitido), vaya que si cambia la ciudad, pasando de ser milagro la posibilidad de coitar o, sin pasar a mayores, de comerse algo, a ser algo, conceptos de pecado aparte, al alcance de todos; al alcance, cosa del señalado cúmulo de represiones, de todos los bolsillos, queremos decir…
Bueno y mejor así. Que lo hagan así los estos días castas y durante el resto del año castos ciudadanos. Que follen pagando, con dinero de por medio si es preciso, no vaya ser que por hacerlo gratis después, al terminar, los remordimientos y exámenes de conciencia les traicionen y acabe pagándolo quien menos culpa tenga, como ocurrió con Nagore Laffage dos años atrás: asesinada la madrugada del 7 de julio por un pamplonica bien y de bien; por un casto y reprimido que no dudó en matarla para que no trascendiera su gran pecado: haber mantenido relaciones fuera del vínculo nupcial. Que paguen en metálico o con tarjeta –si tienen que pagar-, mejor que con insuficientes condenas una vez consumado el acto. Que lo hagan, sí, tras echar un polvo después de llamar a chicas como las de las páginas que, por si las moscas, líneas atrás hemos enlazado: ricas algunas de ellas (de la páginas, queremos decir) incluso en anuncios de travestones, muy acorde su presencia en ciudades tan hipócritas y puritanas como ésta. Y antes de terminar, ¿algo que añadir en su defensa? (En la del asesino): sí, que siendo natural de Pamplona, católico y de familia bien nada nos extraña lo ocurrido: como suele decirse, de casta le viene al galgo…
Todos los curas suelen venir/a echar un polvo por San Fermín/ y el de mi pueblo que es un cabrón/en vez de uno quería echar dos… Patrones, patrones, más extraordinaria, que sólo nos llega hasta el día 10... (¿Por qué? Aya, ay, ay…)
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