SAN FERMÍN PANCHITO, UNO DE LOS PRIMEROS ECUATORIANOS EN LLEGAR
Natural de Pompaelo/Pamplona/Iruña –según nos han contado-, Fermín de Amiens, copatrón de Navarra junto con el buque insignia del santoral foral Francisco de Javier y, según la tradición, patrono en solitario de las cofradías de boteros y vinateros (una pena que no hayamos sido capaces de averiguar si de los productores del líquido elemento o de sus consumidores; eso sí, parece que de casta le viene al galgo, a la rojiblanca turba esta semana, lo de ponerse en su honor de vino hasta las cejas), lo más significativo que del santo morenico se cuenta es que a la temprana edad de 31 años perdió la cabeza, no sabiéndose más de su vida desde entonces; ¿qué día? No sabemos, pues las crónicas nada añaden al respecto. Lo único cierto es que desde la noche de los tiempos, desde la época medieval, en homenaje a dicha pérdida vienen celebrándose en Pamplona los Sanfermines, báquica bacanal surgida en un principio como feria comercial. Como ferias celebradas en fechas de fiestas cristianas que, como siempre, usurparon fechas festivas de orígenes remotos, propias del paganismo vasco y latino: referencias estas últimas que, por una parte, explicarían la actual querencia de alaveses, guipuzcoanos, vizcaínos y malos navarros a emborracharse en Pamplona en honor del denominado ‘santo moreno’… y, ahí queríamos llegar, por otra, junto con tan reveladora característica de su piel (su a todas luces color oscuro), la sorprendente procedencia del actualmente conocido como San Fermín: y es que, según descubrimos hace tiempo (una vez abandonado el consumo de tripis, lo confesamos) es posible que el entre los días 6 y 14 de julio y, A FINALES DE SEPTIEMBRE, tantas veces celebrado santo, en vez de navarro, fuese ecuatoriano. Uno de los primeros ecuatorianos en llegar… tal vez temeroso de quedarse sin sitio, a este lado del charco; ¿que cómo llegamos a tan extraordinaria conclusión? Muy sencillo: más que por el color de su piel, por su tamaño. Y por su desmedida afición, como dicen sus paisanos, a ‘tomar’, especialmente arraigada en los desarraigados ciudadanos procedentes de dicha latitud... Y, principalmente, por su apodo relativo al tamaño, TXIKITO. San Fermín Txikito. Pequeño. Bajito. como todos los ecuatorianos, siendo esto además, SU PEQUEÑA ESTATURA, el origen de que comenzara a ser sacado a hombros por las calles: PARA QUE SE LE VIERA, dándose de paso además la circunstancia de que los portadores elegidos para tales menesteres, sacar a otros en procesión (los ciudadanos ecuatorianos parecen ideales para ello) fuesen cada vez más chiquitos: para que de este modo, los así paseados, SE SINTIESEN MÁS CERCA DE LA CALLE. MÁS PRÓXIMOS A LOS VOTANTES. MÁS CERCA DEL PUEBLO. DE SUS PAISANOS "DE VOTOS". Y qué más queréis que os digamos; ¿será cierto lo dicho? ¿No? En cualquier caso, guardando normalmente siempre como guarda el patrón de cada gremio cierta relación con el modus vivendi de quienes lo celebran (siendo San Gimnasio de Loyola el de los gimnastas o Santo Tomás de Aquí-no, el de los ciudadanos de ninguna parte) parece claro que este tal Fermín "Panchito", a la vista de cómo se celebra su fiesta, tuvo que ser el descubridor del botellón –poco menos-; un auténtico beodo y un drogata sin igual, patrón de todos los borrachos que en el mundo son… con permiso de sus apóstoles (a su lado meros aficionados) Heminguay y San Genarín, patrón de los borrachines de León. Y es que, en caso contrario, ¿por qué celebramos sus fiestas con semejante desparrame? ¿Por qué con tamaño Mundial de apologético consumo de todo tipo de alcoholes y substancias? Señor, señor…
San Fermín que todo lo bebe, se lo beberá, se lo beberá, se lo beberá… He aquí, según antiguas crónicas, la letra original de la canción...
Como Padre Bolandista (consultar internet) me parece un estudio muy interesante.
ResponderEliminarViva San Fermin por los siglos de los siglos, para mayor gloria y negocio de la Hostelería Pamplonica.