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25.1.11

INFIERNO, TORTURA Y EXISTENCIA DE AMBOS: DUDAS Y COINCIDENCIAS (CON ESPELUZNANTE NUEVO ENLACE!!)

El infierno, tal y como en nuestra infancia nos lo vendió la Santa madre Iglesia, ¿existe, en realidad? Nadie lo sabe, a ciencia cierta. Ni los Papas parecen tenerlo del todo claro (podéis comprobarlo pintxando aquí), y menos después de haberse cargado en su día la existencia del Limbo o, hace escasas fechas, Benenito XVI, el Purgatorio. Así pues, nadie está seguro a día de hoy de la existencia de la versión clásica del infierno, más allá de la de algunos sucedáneos suyos terrenales: el lugar donde presuntamente van los rockeros (seguramente la sala de heavy metal que aparecía en la película “El día de la Bestia”, del gran Alex de la Iglesia, a la que ya cantaran décadas atrás Barón Rojo, ente igualmente eterno), los últimos partidos del C.A. Osasuna o, por qué no decirlo, los cuarteles de la Guardia Civil, a tenor de lo que han contado los detenidos en las últimas “sacas” tras su paso por allí; algunos, para colmo, nada más recuperar la libertad, como Xabi Beortegi. Y decimos ‘para colmo’ no porque no nos alegremos de que su pesadilla haya llegado a su final, sino porque a la vista está en qué han quedado las graves acusaciones vertidas contra él, en ná de ná, al parecer. Y tantas hostias para eso, para acabar en la calle. Leyendo la crónica insetada el martes 25 sobre el infernal paso de Xabi por tan beneméritas dependencias, tras leer ésta, insertada hoy, nos hemos quedado con la siguiente frase, por él declamada en mitad de su calvario: 'vale, colaboro, hago lo que queráis', y, me voy a poner trascendente… me ha venido a la cabeza la siguiente reflexión: que el infierno, en caso de existir, está en esta vida, y que, al igual que a Dios -a su imagen y semejanza y según los intereses de sus creadores-, lo crean a diario los hombres, siendo una de las manifestaciones más inquietantes la tortura. La tortura en los interrogatorios, agresiones, angustia y dolor. Siéndolo por sus connotaciones especialmente sórdidas y sibilinas, sabiendo además como sabes que si lo denuncias, serás denunciado por calumniador. Y es que, al igual que en la España de Franco no se fusilaba (“en la España de Franco no se fusila a nadie; aquí el que falta es porque ha desaparecido”), en la sempiterna joven democracia española del siglo XXI no se tortura, faltaría más. Llegados a este punto, ¿a qué vienen estas líneas sobre la tortura y el infierno? ¿Tantas cosas tienen en común? No sabemos, toda vez que, además, la tortura la conocemos, pero el infierno no. En cualquier caso, leyendo el testimonio de Beortegi (principalmente esa estremecedora frase llena de impotencia, ‘colaboro, hago lo que queráis'), no he podido menos que recordar un capítulo de mi niñez: el cura que impartía Religión trataba de acongojarnos con la existencia del Infierno, y uno que yo me sé pensaba, “¿ardiendo toda la eternidad? Pues bueno, pues vale. Pues ya me acostumbraré. A fuerza de arder…” Años más tarde, haciendo bulto en una asamblea con el enquistado enfrentamiento político de fondo, cambiando pareceres sobre el tema de la tortura (“llegado el momento hay que hacerse el Arregi”, comentaba medio en serio medio en broma un ocasional orador), quien más, quien menos pensábamos lo mismo que cuando aquel ensotanado hablaba del infierno: que, llegado el momento… “bah, no será para tanto”. Hoy, escuchándole a Xabi, me he acordado de todo ello, y siendo consciente de tal paralelismo a la hora de reaccionar ante ambas situaciones de tormento, he visto que el infierno existe. Ya no tengo ninguna duda. Al menos, en la Tierra, sí, una de sus manifestaciones más tenebrosas.



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