LA DECLARACIÓN (¿A LA CAMA, DE PRIMERAS? UNA OPORTUNIDAD PARA LA PAZ)
Érase una vez una pareja de armas tomar que, tras años y años de desencuentros, parecía estar condenada a entenderse finalmente, toda vez que el arroz ya se les estaba pasando: si no se les había pasado ya, en opinión de quienes les rodeaban; y ello pese a que, según los detractores de que cualquier relación entre ambos llegara a buen puerto, la chica no actuaba movida por motivaciones sentimentales, aunque ésta y sus amigos llevaran literalmente décadas afirmándolo una y otra vez: “que no nos venga ahora con milongas de tipo sentimental, esa folla por follar”, decían los no partidarios de ninguna relación. El caso es que así, a la espera de que alguna vez pudiera fructificar cualquier proceso de relación, habían visto hasta ahora pasar ambos el tiempo: él, en excepcional estado altivo, sacando pecho continuamente amparándose en la fuerza bruta, esperando la rendición incondicional de ella (esto es, que ésta, si tenía que hacerlo finalmente, cayera rendida en sus brazos, sin obtener ningún tipo de objetivos sentimentales a cambio), y ella y los suyos, persistiendo, persiguiendo el alcance de dichos fines, intentando acercarse a él… incluso utilizando todo tipo de “celestinos” y “celestinas” para ello; intentando tender puentes de diálogo con aquel y sus amigos con el fin de hacer ver a quienes se quisieran dar por enterados que, si no en los términos absolutos que él pretendía, sí que había posibilidades de llegar a un entendimiento. Y así pasaron días, semanas, meses, años e incluso décadas hasta que finalmente, cuatro largos años después de su último intento de acercamiento, ella, tal vez apremiada por las circunstancias (¿pensando posiblemente que ya tenía cincuenta años y que se estaba quedando sola?) se decidió nuevamente a dar el paso. A declarársele, algo que, a lo grande, dando a entender que no tenía nada que esconder, hizo mediante el envío de un videoclip a un programa de televisión. Como los que deciden asistir al otrora ‘Diario de Patricia’ a contar sus cosas, ¿no? O quienes iban al ‘Esta es mi gente’, de la ETB. Y vaya la que se armó con el vídeo, toda vez que el destinatario y sus amigos, tal vez recelosos de que ellos sí tuvieran trapos sucios que guardar, ¡cómo se cerraron en banda! Qué actitud la suya ante la noticia, ¡si incluso parecían dar a entender que preferían que la potencial pareja continuara a la deriva de por vida! ¡Que aquella por tantos esperada y, en otros tiempos, anhelada y deseada declaración, nunca se hubiera producido!
O rendición incondicional a las pretensiones del macho o nada, esto pretendían aquellos, ¡habrase visto, qué atrevimiento! Al menos, así lo daban a entender con su actitud. Y es que, para muchos, dicho anuncio fue poco menos que una mala noticia: “¡Es una declaración insuficiente!” –ladraron algunos-; “No es lo que se esperaba”. “El tiempo de los noviazgos ya ha pasado, sólo nos sirve que se acuesten si se han de acostar y que la tía esa deje de marear la perdiz”, bramaban los más sin ninguna sensibilidad; sin reparar en ningún caso en la importancia de dicho primer paso, el interés mostrado por una de las partes hacia la otra; ¿el resto? Lo demás, cama incluida, ya llegaría si tenía que llegar; además, siendo como eran una pareja en potencia, ¿cómo esperar que se acostaran así, de primeras? ¿Cómo, por más que ambos incluso se conocieran previamente? ¿Cómo, antes de formalizar la relación? Puede pasar, principalmente en aventuras de usar y tirar, pero en circunstancias más serias no es lo más usual. Además de que ello, que ambos se acostaran o no, (para ello, primeramente, tendría que formalizarse la relación, no lo olvidemos) cual secreto de alcoba que sería, entre los dos debería quedar…
En cualquier caso, lo cierto es que, ante la declaración de intenciones y demostración de voluntad por parte de la chica, frente a su ilusionante anuncio, casi todos aquellos cromañones pidieron ‘cautela’, no dándole ningún tipo de credibilidad: “No hay que ceder al chantaje, ha sido una declaración-trampa”; “el anuncio de esta posible nueva relación viene a ser más de lo mismo: estamos ante el inicio de una estratagema por parte de ella; sólo pedimos que no haya contraprestaciones emocionales”, seguían exigiendo en su desesperación, ante los previsibles primeros arrumacos, aquellos bípedos racionales que curiosamente, al menos, en público, llevaban años y años pidiendo, si no amor entre ambos, sí, como poco, el final de sus violentos desencuentros. Y ahora… sin brindar ni una mísera muestra de alegría, de esperanza o de optimismo, así estaban. De funeral, en apariencia: “con ésta no vale el optimismo”; “los que creen que con dicha declaración se están dando pasos se equivocan”; “lo que tiene que hacer ésta es pedir perdón por todo el mal que ha hecho tanto a él como a nosotros, sus amigos, con sus desplantes, acostarse con él y marcharse: sólo esa será la postura que nos valga, la de su entrega en la cama y posterior abandono de la misma…” –proseguía ladrando la canalla…
Algo que, evidentemente, no iba a pasar. De ningún modo: ¿qué esperaban, que la chica se fuese a la cama con él así, de buenas a primeras? –insistimos- ; ¡Ni que estuviera tan desesperada! Y en el excepcional supuesto de que sí, e incluso de que así hubiera sido, ¿que lo hiciera público? ¿Qué esperaban? Al igual que el Gobierno español por vías únicamente policiales al histórico problema de la violencia política, ¿que los dos pusieran fin a su soledad emocional de forma únicamente sexual? ¿Y antes de empezar a hablar? “Sólo nos sirve la entrega de las armas, sólo valoraremos la entrega de las armas”, como bramaba a este respecto el Estado cuando ETA le hacía alguna proposición… ¿Y el primer día hay que llevar a cabo dicho entrega?
No, tranquilos. Comencemos por el principio. Primero será hablar, y después... Ya se verá. Démosles una oportunidad; ¿otra? Y cuantas sean necesarias a la paz. Y una última reflexión al respecto, volviendo a la ficción: si tal y como todos los amigos de él, por hache y por be, tanto interés habían aparentado tener por que un hipotético acuerdo entre ambos fructificara alguna vez –tal y como lo habían dado a entender en el pasado, cuando la chica andaba a su libre albedrío-, si en verdad tanto lo habían deseado, ahora, ¿a qué temían?
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