LOS GOBIERNOS VASCO, ESPAÑOL Y EUROPEOS NO ESTÁN EN TREGUA: INFORMACIÓN Y AGITACIÓN, TAMPOCO. CONTRA LOS RECORTES NO TE CORTES, KAÑA!!



22.10.10

CONJUGANDO EL VERBO PROHIBIR (DEJADLES MUJIR)








Ríos y ríos de metafórica tinta (aunque no tantos como los que, de sangre real de toro, han teñido de rojo los diferentes alberos estatales) han corrido este verano a lo largo y ancho del país de la charanga y la pandereta desde que, el pasado 27 de julio, el parlamento catalán decidiera aceptar con 68 votos a favor, 55 en contra y 9 abstenciones la Iniciativa Legislativa Popular que pedía prohibir las corridas de toros en dicha comunidad, ley que, Dios mediante –si no es un globo sonda-, entrará en vigor en enero de 2012. A nosotros, desde un punto de vista respetuoso para con todo ser vivo, la decisión nos parece totalmente cabal, toda vez que no nos parece de recibo que en pleno siglo XXI el animal racional o ser humano (aunque racional, animal al igual que cualquier otro), tenga que recurrir para su disfrute y satisfacción a algo tan primitivo como humillar y vejar hasta la muerte a animales irracionales, sean cuales sean: toros, vacas (incluidos los llamados a protagonizar en los Países Catalanes los populares correbous: sería toda una muestra de civismo y una estupenda manera de cerrar bocas prohibirlos igualmente), burros, cabras, gansos, carneros, bueyes, perros, gallos o cualquiera de que se trate. Y es que, al hilo de estos dos últimos animales nombrados, no nos cabe en la cabeza que, mientras se persiguen las peleas de perros y de gallos (¿por qué no aducir en su favor que las celebraciones de dichas “pruebas” también gozan de cierta tradición? ¿O tendríamos que haber dicho ‘carnicerías’ en vez de ‘pruebas’? ¿Por qué en este caso sí y en el de los toros no?), al mismo tiempo, se defienda como se defiende la denominada fiesta nacional.

Pero bueno, nosotros no estamos aquí para hablar de ello, de la suerte final de los toros en particular: más bien estamos para reflexionar sobre cómo han encajado –de mal- los apologéticos defensores de dicha “fiesta”, gentes de derechas y de orden y ley supuestamente, el hecho de que puedan ser prohibidas por ley las corridas de toros; y es que la cosa tiene su gracia. Al menos, uno se ha reído mucho aquí, en Iruñea: gentes como Yolanda Barcina por ejemplo, que llevan años legislando a golpe de mamporro y tente tieso, prohibiendo directamente todo lo que no le gusta o no pueden domesticar (y sin parlamento de por medio, aduciendo sempiternas razones de seguridad o de connivencia con el denominado terrorismo por parte de los promotores de los actos censurados), gentes como dicha persona, con años a sus espaldas enarbolando por sistema la bandera de la prohibición y la censura… ¡apelando ahora a la libertad en favor de la por ellos considerada fiesta nacional! ¡A su derecho a acudir a las corridas, agarrándose como a un clavo ardiendo a la argumentación de que no es obligatorio que quienes no quieran asistir lo hagan! ¡Reclamando que quienes quieran ir, que vayan, y quienes no, pues no! Diciendo, solemne majadería, que las corridas, en realidad, han sido prohibidas, cree el ladrón que todos son de su condición, por motivos políticos, en realidad...

Pues qué bien. Pues vaya. Qué tranquilos nos quedamos; y cuando son ellos, gentes como Yolanda y su coro mediático, los que prohíben, ¿qué pasa? ¿Por qué no esgrimen los mismos argumentos? ¿Acaso el derecho a la libertad a la hora de inclinarse por asistir o no a un tipo de espectáculo es sólo para ellos?



Así pues, cuando han prohibido y prohíben por sistema la organización de todo tipo de actividades en la vía pública, la instalación de barracas o de barras de bar en las fiestas populares, txoznas como las de Sanfermines (con décadas de tradición a sus espaldas), las mismas fiestas populares propiamente dichas, actos tan peligrosos de programas festivos como la chocolatada infantil o los calderetes de los mayores (ver para creer, autorizándolos en los mejores casos tras poner a los organizadores todo tipo de trabas), actividad de los gaztetxes, desfiles de Olentzeros en Navidad, colocación de mesas petitorias o informativas, concentraciones y todo tipo de manifestaciones; cuando cierran periódicos (Egin, Egunkaria), emisoras de radio (Egin Irratia), revistas (Ardi Beltza, Kalegorria), torpedean hasta la extenuación la captación vía TDT de la ETB o ilegalizan sin pudor ni rubor partidos políticos incluso, ¿por qué no dicen lo mismo, que el que quiera que acuda a l@s mism@as y el que no, no? ¿Qué el que quiera los compre, las escuche, les vote y el que no, no? ¿Por qué al pueblo llano se le exige el cumplimiento de las leyes con saña más que con celo mientras que políticos como los actuales, si aquellas no son de su agrado, las cambian con alevosía y a plena luz del día… y a otra cosa, mariposa, y aquí paz y después, multa?

Ay, las prohibiciones. Ay, la hipocresía latente que palpita por detrás. Es que, si por ellos fuera, prohibirían ad sécula seculorum todo: separaciones y divorcios (aunque ellos, dichos políticos, llegado el momento se separen si se tercia, que eso, al parecer, ahora incluso la Iglesia dice que se puede), el derecho a abortar de las mujeres, las bodas civiles, el matrimonio homosexual, el derecho de adopción de los homosexuales, la eutanasia… ¡Como si fuese obligatorio recurrir a ello! ¡Como si alguien les fuese a obligar! Pero todo, todo, prohibirían: la prostitución callejera –por estar a la vista de todos-, la ejercida en clubes o en los pisos (no sabemos por qué: como si nunca hubiesen recurrido a sus servicios. Como si nunca hubiesen fornicado por calmar el hambre concupiscente y humana más que por la única finalidad de procrear), el botellón, el tabaco, los bares, el fumar en los mismos, el hacerlo en la calle, el consumo de substancias en la vía pública, las narco-salas, los anuncios de contactos… ¡Si no es obligatorio llamar! Lo prohibirían todo, pero para los demás. Y viva España, islote donde los haya en la Europa de las libertades en realidad. Y Pamplona, su capital. El centro neurálgico del islote. La capital de la prohibición. Y después, como en el caso que ha motivado la redacción del presente artículo (la prohibición de las corridas de toros en Cataluña a partir de 2012, aunque ¿no quedará todo en un bluff, en realidad?), se quejan ellos, los censores por excelencia, de las prohibiciones, restricciones más bien, que pueden llegar a sufrir, habiéndose topado con sólo una –de momento- y en un lugar muy localizado: los paisos catalans…

1 comentario:

  1. Pues sí...
    Si me dejaran hacer a mi "esto lo arreglaba yo en una semana".
    Toros y procesiones de obligatoria asistencia. Y a los infractores 20 fines de semana desfilando al "paso de la oca", por reprobos y pecadores.

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