Pues sí, como lo oís; bueno, mejor dicho, como lo estáis leyendo, que oírla lo que se dice oírla, no creo que la estéis oyendo. Al menos la mía… y de momento. Ya tengo mi vuvuzela, sí, palabra escrita con ‘z’ –que no con ‘c’- e instrumento de viento de lo más célebre en la vetusta Pompaelo: sí, aunque pocos lo sepáis, tal y como lo demuestra el hecho de que, según parece, la hiciera sonar en vida con tanto arte como frecuencia incluso la mismísima alegoría de la Fama; ¿Que qué es eso? ¿Que de qué estamos hablando? ¡Ay, que poco de Pamplona sois! Nada más y nada menos que de la escultura que corona la fachada del Ayuntamiento; y a ver, listillos, ¿qué está tocando? ¿Un clarín, tal y como se nos dice? ¡Já! ¡La vuvuzela, tal y como fotografías como las en esta entrada subidas lo ponen de manifiesto!
SUENA LA VUVUZELA, EMPIEZA LA FIESTA
Ya tengo mi vuvuzela, y ya he comenzado a ensayar; y tú, ¿a qué esperas para hacerte con la tuya? ¡Cómo lo voy a pasar! ¡Tan bien como con el megáfono hace tres Sanfermines! ¡Y es que ya me veo tocando y cantando algo así como “que bien me lo estoy pasando, creo que me voy a matar”! Lo que pasa es que claro, para que la juerga sea completa, se precisa el concurso de nuevos y aguerridos músicos dispuestos a tocar el instrumento, pues yo solo con mi vuvuzela como que no. En cambio, si somos más… Qué sé yo, un millón de ‘vuvuzelaris’ o medio tan siquiera… ¿Os imagináis en el txupinazo, qué desborde de emoción? ¿Y en la procesión, saludando con sus sones a la jefa (¡Santa maría madre de Dios!) y al Cabestro? ¡Qué momenticos! Y por no hablar de los diferentes ‘momentazos’ que podríamos llegar a protagonizar en actos como los que siguen: el encierrillo, las salidas de la comparsa, las de las este año clarividentes y finalmente absueltas peñas (el negro de sus pancartas no es el color propio de las mismas, sino oscuro reflejo del de los nubarrones instalados en la política municipal), en la ‘txisturrada’ o ‘alarde de txistularis’, en el tendido de sol ante los momentos más dantescos para el toro (para desgracia de los 'entendidos' de sombra), en la octava o en los conciertos de Los Fueros, durante los ‘kalimotxeros’ solos de guitarras y baterías, para desesperación de rockeros y demás fauna urbana y desperezación (ejem, dejémoslo en desperece) de quienes, hartos de mágicos brebajes y substancias, dormitan por la hierba sus pedos…
Así pues, llegados a este punto, ¿qué me queda por hacer? Evidentemente, animaros a todos a poner del 6 al 14 de julio una vuvuzela en vuestras vidas. En nuestra vida, a fin de cuentas. Animaros a hacerlas sonar y a hacer ciudad con su sonido. Con su ancestral resonar en honor de la Fama si es preciso: San Fermín que todo lo ve (o bebe o se lo bebió, a juzgar por cómo se le honra: poniéndose de todo hasta las trancas), San Fermín y sus mariatxis sanfermineros, el guay de Heminguay (o en su defecto, algún 'doble') vino en mano incluido, os lo agradecerán…
Atentamente, Javier Otxoa
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