¡Manos arriba, esto es una ronda!
Las fiestas de Ramplona, iniciadas ayer, si en algo son prolijas, lo son en estocadas. En certeras estocadas propinadas dentro y fuera de la plaza… del Castillo, he aquí qué hemos querido decir: dejemos a toros y toreros lejos de esto, que bastante tienen con lo suyo. ¿Que por qué ni hablamos ni nos posicionamos ni nos vamos a posicionar en este espacio sobre ellos? Porque ya lo hacen los demás, y lo que a nosotros nos va, además de la marcha, es intentar ser originales. Y, porque tal y como entiende nuestra actual presidenta, somos buenos navarros. Bueno, y dicho esto, volvamos sobre nuestros pasos: los Sanfermines son pasto de sableos, clavadas y puyazos de todo tipo, a toda hora y en todo lugar, propinadas las mismas por malencarados apandadores de diferentes raleas; por determinados camareros (con vocación de taxistas), tenderos (al mando de locales reconvertidos arteramente en bares) o barraqueros tan llorones en la prensa como faltos de escrúpulos a la hora de cobrar, piratas todos ellos de tierra firme y agua dulce que, como buenos españoles, entregados a la picaresca en cuerpo y alma, no dudan en saquear a sus clientes, barras, mostradores o taquillas en vez de burladeros de por medio. En el caso de los primeros, en hacerlo a punta de abridor: ¡pero si accedes a según qué bares y, tras solicitar una ronda, tienes que llamar al director de una entidad financiera para consultarle si te la pueden financiar! Y con avalista de por medio, claro está. Y todo ello por haberte atrevido a pedir unos marianitos –al mediodía- o, los más valientes (eso es osadía, no correr en el encierro), unos cubatitas por la noche, con los vasos sospechosamente llenos de hielos en vez del brebaje de que se trate. Vamos, como los muros de las construcciones de mala calidad, hechos con arena, en vez que de con cemento. Y es que ir de bares estos días se convierte en sinónimo de irse de varetas, a la hora de pagar. De cagarse continuamente en todo, a la hora de hacerlo. Como ir a las barracas, artefactos giratorios cuya falta de público, en funcionamiento prácticamente vacíos cuantos días hemos paseado por allí (por el parque de la RUiNA, la RUNA en tiempos pasados), nos recordó ineludiblemente a los bares. Semivacíos pese a sus camareros prestos a salir al quite –o vaciado de bolsillos en un pispás- y a la machacona música ambiente. En fin, que a la hora de pedir la dolorosa, te vas por las patas… O por patas directamente de allí, sin abonar nada una vez consumida la paciencia. Emulando a los bravos corredores mañaneros, sin pagar. En ocasiones, ganas dan.
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