Por fin, para satisfacción y
ganancia de los habituales pescadores en ríos revueltos, han sido detenidos los
arrantzales que el pasado 6 de julio
osaron faenar en el caladero sanferminero. En aguas hábilmente revueltas por UPPSN.
Por una clase política que en los denominados “años de plomo”, al calor de su
inoperancia y falta de recursos para afrontar el problema, animaban a vivir
“como si ETA no existiera”, mientras que ahora, haciéndose los gallitos gracias
a la actual evidencia, parecen animar justamente a lo contrario. A vivir como
si dicha organización permaneciese operativa, incluso haciendo más buena que
nunca la consigna de “todo es ETA”: para comprobar lo dicho no hay más que
ceñirse a lo estrictamente acontecido los últimos días; a la operación
desplegada contra Herrira (todo un
parto de los montes a la vista de los posteriores resultados), al operativo
organizado para arrestar a Luis Goñi o al tratamiento informativo dado al
juicio contra SEGI. O, volviendo al
caso que nos ocupa, a la detención de los entrañables arrantzales, protagonistas de una ekintza de gran impacto por su originalidad y espectacularidad. A
la altura dicha acción de otras tan memorables como las protagonizadas en los años
90 por las gentes de Solidarios con Itoiz
o de Solidarios con los presos, como
el corte de los cables del pantano o la de las Giraldillas.
Llegados a este punto, ¿dónde
buscar la raíz de la acción desarrollada el 6 de julio? En la utilización
torticera que desde los tiempos de la mal denominada transición vienen haciendo
los poderes fácticos de la Ikurriña. En la continua manipulación que hacen de
la reivindicación de la misma por parte de un importante sector de la ciudad.
Ilegal durante el franquismo y
legalizada posteriormente como bandera de la denominada Comunidad Autónoma Vasca, la Ikurriña, para los miles y miles de
navarros que desde 1977 la reivindican, es más que eso; mucho más que la enseña
de una comunidad vecina: es su bandera. Prohibida de facto en Nafarroa, la que
representa su sentimiento euskaldun. Y no solo ello, sino también un emblema de
la lucha antifranquista. Eso, no una amenaza para la independencia de Nafarroa.
Eso es la Ikurriña. No, en ningún caso, la encarnación de un símbolo de las supuestas
ansias anexionistas de los vascos, tal y como la pintan desde el Poder. Tal y
como al sempiterno grito de que vienen
los vascos, desde UPPSN intentan hacernos ver. Por eso tantos y tantos
miles de personas estuvimos el día 6, estamos a día de hoy y estaremos sea el
día que sea con nuestros arrantzales.