En los últimos tiempos no deja de
llamarnos la atención el comprobar cómo se maneja el Gobierno con los números.
Su especial don para el arte del birlibirloque en aras de maquillar determinadas situaciones. La falta
de decoro y de vergüenza exhibida para
intentar vender a la ciudadanía motos que no andan, no dudando ni a
recurrir a géneros literarios como el cuento
chino a la hora de hacer públicas determinadas cifras y recuentos, como las
de los asistentes a determinados actos o las del paro, por ejemplo. Siendo las
cosas así, comprobamos con estupor que hechos irrefutables como que la
asistencia a la Vía Catalana rondara
el millón y medio de personas resultase algo baladí, carente de importancia
para los encargados gubernamentales de valorar dicho respaldo ciudadano,
dándole más importancia al número de gente que no la secundó. Olé. Muy bien.
Por cierto, en 1997, ante movilizaciones igualmente ingentes como las
organizadas para censurar la muerte de Miguel Ángel Blanco, por expresarse el
que fuese histórico militante del GRAPO José María Sánchez Casas de forma
similar, el escándalo de algunos fue
mayúsculo: mientras se estaban celebrando esas manifestaciones
había mucha gente en las playas, ¿qué piensa esa gente? Esto dijo el angelito. Y respecto a las últimas cifras conocidas del paro, a que
en el pasado mes de agosto disminuyese presuntamente en 31 personas, ¿qué
decir? ¿Por qué no aplicar a tan paupérrima cifra una argumentación similar?
¿Por qué no resaltar que los ciudadanos que no encontraron trabajo siguen
siendo muchos millones de personas?
En fin, qué bien saben contar.
Contarnos lo que quieren. Qué mal hacer recuentos y qué bien contarnos cuentos chinos, la verdad.
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