Una vez que según la versión
oficial española, Rajoy le leyera la cartilla a su homólogo inglés (“se acabó
el recreo en Gibraltar”, he aquí qué añadió al respecto su segundo de a bordo,
el ministro de asuntos exteriores), tras las bravatas lanzadas y jaleadas por
los habituales palmeros del régimen, en menos que lo que dura un recreo ya
están camino de las aguas del Peñón las fragatas inglesas; de maniobras, dicen.
Tras las bravuconadas del pusilánime Mariano –y coristas-, ya han llegado los
barcos de guerra de Cameron. En fin. ¿Lo malo del asunto? Que, a la vista de
las circunstancias, el estado español responda a los hijos de la pérfida Albión
como por desgracia cabe esperarse, a la vista de su debilidad. De la manifiesta
falta de espíritu y valor de sus dirigentes para abordar las crisis cuando
estas son palabras mayores: hostigando a los de casa, como el niño chico que, víctima
de acoso en el colegio, proyecta su frustración en sus hermanos pequeños. Haciéndoles
pagar los platos rotos a otros niños más indefensos, en aras de camuflar su
debilidad: lo malo del asunto, que la respuesta española a los ingleses consista
en organizar unas maniobras militares exprés… ¡en cualquier punto de Euskal
Herria! Al tiempo…
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