Las polillas no tienen memoria
histórica: de todos es sabido cómo, en su ignorancia, van a morir abrasadas.
Cegadas por el señuelo representado por la luz de las bombillas. Partidos como
UPN o el PP tampoco quieren que la población tenga memoria histórica.
Conciencia de ningún tipo. Que el pueblo sepa de dónde viene, pues así no sabrá
a dónde va y la pobre gente, cual iluminadas polillas, estará de por vida a
merced del sistema. Sistemáticamente, hasta ser engullida.
La memoria histórica es a la
historia de los pueblos lo que los recuerdos propiamente dichos a la vida de las personas, lo que da
sentido y orientación a la existencia de cada cuál. Algo, las vivencias
almacenadas en nuestra mente, llamado a darnos cierta protección, brindándonos
como lo hacen la posibilidad de aprender de los errores para no reincidir en
los mismos. Incluso la de aprender de los errores de los demás, para no
dejarnos llevar a huertos ajenos. Para
que, llegado el caso, no nos la vuelvan a pegar.
Así pues, toda vez que se acaba
de celebrar en Sartaguda el primer
Día de la Memoria Histórica de Nafarroa, que no nos quiten la memoria.
Que no nos condenen a ese Alzheimer, a esa desmemoria que es el olvido
interesado, aquí paz, y después, gloria… Para ellos, nuevamente. Que no nos
despojen de ella, ¿por el recuerdo de los muertos? Por la suerte de los vivos,
pues en caso de que nos la roben; en el de que un día nadie recuerde qué pasó a
partir de 1936, con el paso del tiempo, tal vez los verdugos vuelvan a obrar de
modo similar.
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